miércoles, 2 de enero de 2013

121215 CUMBRES DE CALICANTO

Con el fin de año a unos días vista, en el BVA solemos dedicar un sábado a recorrer la ciudad en una etapa simbólica, visitando monumentos y lugares pintorescos de la capital. En un dia así, lo de menos es el recorrido, ya que lo importante es el almuerzo de despedida del año.
Sin embargo, en esta ocasión -como Presidente- he propuesto algo distinto, ya que el año (y más concretamente los últimos meses) han sido algo flojos y me ha parecido mejor idea aprovechar el estupendo día para hacer una rutita novedosa.
La propuesta era relativamente simple, un recorrido hasta las antenas de Calicanto, pero con alguna que otra novedad. La gracia estribaba en llegar hasta la urbanización por un camino distinto al habitual del poligono industrial de Mas del Jutge, y almorzar en el restaurante La Curra, local típico de la zona.
En esta sencilla propuesta nos acompañó Julián, que lleva camino en convertirse en habitual del BVA.
Sin entrar en mucho detalle, he de reconocer que las cosas salieron bastante distintas a lo esperado. Por una parte, hubo algún error en el recorrido de la variante que queríamos probar, y por otro lado un pertinaz viento en contra nos acompañó durante la ida, lo que hizo que Saba perdiera todo el interés en subir hasta las antenas, y que se descolgara con idea de dirigirse directamente al bar. Los demás decidimos seguir, por no desperdiciar una mañana tan soleada.
Sin embargo, Julián cayó a mitad de la subida por asfalto... aún se le indigestan las subidas. Una lástima, porque el descenso por tierra vale la pena el esfuerzo de llegar hasta arriba. Así las cosas, decidimos dar la vuelta y sumarnos a Saba de camino a La Curra. Llegamos en unos minutos, en ligera cuesta abajo y con viento a favor, y ahí estábamos aparcando las bicis en un almacén del local.
El esperado almuerzo defraudó bastante, ya que apenas se puede elegir el bocata (longanizas, tortilla, carne y tomate se pueden combinar al gusto), y el ambiente del local es bastante simple. Se hace cola en un pasillo junto a las parrillas, al más puro estilo de rancho militar, lo cual al menos tiene el encanto de lo cutre. Una vez tienes bocata en mano, pasas a algo parecido a una nave, abarrotado de mesas pero sin estilo definido. Ahí te atienden para llevarte la bebida, olivas y cacaos, pero el camarero está más bien desaparecido si necesitas algo. El bocata es bastante discreto, con un pan más que simplón. Café y copa son lo habitual, y también el precio, pero ya digo que el conjunto no convence. Lo único que yo destacaría es que puedes aparcar las bicis a buen recaudo.
Después del ascenso fallido y del paupérrimo almuerzo, toca volver a casa para aprovechar el resto de la mañana. El grupo se partió en dos, ya que el Lupas tenía prisa por volver. Al parecer, Saba y él tuvieron un pequeño accidente con otro ciclista... cosas del carril bici... En fin, una etapa que yo consideraría un fiasco, ya que mejor hubiéramos dedicado la mañana a la tradicional ruta por la ciudad.
Las fotos quedaron sosas y con poca calidad, pero quedan para el recuerdo en nuestro álbum online. Fernández

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