martes, 16 de abril de 2013

TRAVESÍA TERUEL-CUENCA. CAPÍTULO III: BEHIND THE MUSGO

El día ha sido largo, en el mejor de los sentidos: he podido disfrutar de la bici, de los paisajes y de cierta soledad. Tan largo que la noche prácticamente se me ha echado encima. Algunos calambres en los brazos me venían recordando que ya estaba bien por ese día, y buscaba ya los aledaños del Monumento al Tajo para establecer el pequeño campamento y pasar la noche.



Pensé que sería fácil encontrar un rincón tranquilo y apartado, pero todo estaba anegado por la lluvia caída días atrás. Después de ir y venir por caminos embarrados -sin alejarme del monumento- decidí adentrarme en un pinar bastante cerrado, con esperanza de encontrar un lugar adecuado. Hubo mucha suerte, y apenas 20 m más allá del camino, había un pequeño claro ideal para descansar de una vez...



El plan estaba claro: montar la tienda con la poca luz del día y cenar cuanto antes, para acostarme pronto y madrugar. La tienda de campaña consistía en un iglú abierto, de esos de la playa, que había traido por su ligereza. Cualquier tienda tipo "Decathlon" pesaría como mínimo un par de kilos, por no hablar del tamaño... y tampoco era cuestión de gastarse más de 100 euros en una tienda ultraligera...



La cena consistió en un par de raciones de sopa de sobre (calentada con pastillas de encender barbacoas), fiambre, chocolate y fruta. Sencilla pero reconfortante. No eran ni las 9 de la noche, así que cené con calma, disfrutando de la tranquilidad del lugar.



Aunque había llevado un libro, preferí dormir pronto para aprovechar bien el día siguiente. Pues bien, como los amiguetes me habían avisado del riesgo de lluvia, tiré mano del plan de emergencia. Éste consistía en envolver la tienda con un plástico de esos de protección cuando pintas en casa, ultrafino y por eso bien ligero. Formé una burbuja alrededor de la tienda, sujetando el plástico al suelo con piedras y cubriendo parcialmente la bici... nadie me la iba a robar, pero daba mal rollo dejarla fuera de la vista.



Y así transcurrió la noche, envuelto en aquella cosa, y bajo una lluvia que pronto apareció y no cesó en toda la noche. El viento también sopló, amenazando con tumbarme el invento cual cuento de Los Tres Cerditos... pero hubo suerte y aguantó bien: solo al apuntar el día comenzó a aparecer una pequeña raja en la parte superior, pero la noche ya estaba superada.



Ni que decir tiene que me dolían todos los músculos y articulaciones de las piernas (cosa sorprendente, pues ya anteriormente habíamos hecho en el BVA casi 70 km sin problemas. Lo peor es que no paraba de lloviznar, y así tuve que tomar el desayuno. De nuevo pude calentar un chocolate gracias al cacito y las pastillas de encendido, y con galletas junto con alguna barrita completé el menú.



Rápidamente a desmontar el chiringuito y volver a acomodarlo todos los trastos en la bici... no fué muy difícil, aunque bajo el siribiri todo empezaba a mojarse. Me puse en camino bajo la lluvia, pero no tenía sentido esperar a que cesara. Unas fotos en el monumento, recarga de agua (¡qué hartazgo de agua!, estaba rodeado de riachuelos, fuentes y cesped empapado).



En la próxima entrega CAPÍTULO IV: MONUMENTO DEL TAJO-BEAMUD, pasando por el precioso "Alto de la Mogorrita".

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