lunes, 8 de abril de 2013

TRAVESÍA TERUEL-CUENCA. CAPITULO II: DÍA 1, TERUEL-NACIMIENTO RIO TAJO

Día D, 7:50 horas, me presento en la estación de autobuses bajo una llovizna que anticipa el tiempo que va a hacer durante estos dos días. Es el comienzo de la pequeña aventura, así que respiro satisfecho al comprobar que los planes han cuadrado bien y finalmente podré disfrutar de un par de días de naturaleza y bicicleta... solo se echa en falta a los amigos.

Como era de esperar, al subir al autocar un pequeño problema: hay una pareja que pretende subir hasta Sarrión para dejarse caer por la vía verde Ojos Negros, pero la empresa solo admite dos bicicletas por trayecto... El conductor se pone serio en este tema, pero yo presento el billete comprado el día anterior en ventanilla (ya me olía algo así); la pareja de ciclistas lo tienen un poco más crudo, pero al final el conductor cede y nadie se queda en tierra... Suspendo para SAMAR en cuanto a este tipo de información en su web. Pasemos rápido el capítulo del bus, no sin antes comentar que cuando paré en Sarrión para ayudar a los compañeros a descargar sus bicis por poco me quedo allí sin la bici, ya que el conductor se largaba sin mí... ¡¡que profesional!!


En fin, 10 de la mañana y ya estaba en la estación de autobuses de Teruel, con los bártulos en la bici y buscando la Plaza del Torico, para hacer la foto de salida y cargar agua. La salida de Teruel fue casi instantánea, ya que tras callejear 2 minutos ya me encontraba cruzando la carretera y tomando un camino de tierra... Teruel desapareció al instante de mi vista. Los primeros kilómetros no tienen mucho interés, entre granjas o almacenes y alguna que otra pequeña escombrera. Solo habiéndonos alejado unos 5 km se empieza a disfrutar del paisaje y de caminos limpios. Teruel aparece fugazmente en el paisaje, para desvanecerse poco después.


Empiezo a disfrutar de los paisajes abiertos, primero de arcilla roja y cárcavas, luego las lomas alfombradas de cebada o centeno(o no sé qué otro cultivo, ya que apenas si había pequeños brotes).


A partir del km 20 el camino se vuelve más sinuoso, y sobre todo más pedregoso. Es un momento clave para mí, ya que en los siguientes 15-20 km me encontré bastante cansado. Seguramente sería una cuestión sicológica, ya que el pedaleo se me hizo bastante pesado, o es que realmente estaba notando el peso extra en la bici y la mochila.


A la altura de El Campillo el viento de cara también fastidiaba lo suyo, y no pude coger agua (la fuente estaba cancelada). El cielo amenazaba lluvia, pero media hora más tarde volvía a aparecer el sol. El viento seguía fastidiando, así que hice un par de paradas para descansar, disfrutar del paisaje, comer algo y hacer fotos, sobre todo en la bonita laguna de Bezas.


En Saldón pude recargar agua, cosa que ya empezaba a preocuparme, ya que había llenado un solo bidón en Teruel, pensando que por el camino encontraría fuentes. Era un buen momento para comer. El siguiente tramo ya lo hice más animado, porque el camino era más agradable, con ganas de llegar a Terriente y tomar algo en el bar. Sin embargo, al llegar al pueblo llevaba un ritmo tan bueno (pedaleaba sobre asfalto y los kilómetros cundian más) que decidí no parar.


Siguiendo el track, subí hasta el mirador de Algarbe y desde ahí en ligero descenso hasta Moscardón, donde hice un replanteamiento del viaje: sumaban ya 50 km y eran casi las 5 de la tarde... imposible hacer 100 km el primer día, aunque aún me encontraba bien de fuerzas. El nuevo plan sería hacer 70-75 km y buscar donde pasar la noche.


En Frías de Alabarracín (18:00) hice el último contacto con esposa y amigos, aprovechando que había cobertura. La lluvia amenazaba con más fuerza, y el frío empezaba a notarse. Recuperé fuerzas con unos frutos secos y chocolate y me dispuse ha hacer el último tramo del día. El siguiente hito sería el Nacimiento del rio Tajo.


El track me sacó de la carretera para llevarme por un tramo de montaña, por donde pude encontrar manchas de nieve y bonitos ejemplares de sabina rastrera. Para mi sorpresa, volví a bajar para retomar la carretera, y entonces, con el piloto rojo en el transportín, llegué hasta el monumento.


Aún quedaban algunos turistas, a pesar de la llovizna y de que anochecía. Los alrededores estaban anegados de agua y barro, así que dí una vuelta por la zona y decidí meterme en el bosque, hasta encontrar un pequeño claro donde pasar la noche fuera de la vista de los curiosos.


Un día lleno de emociones, pero había que prepararse para la noche. En breve, el CAPÍTULO III: BEHIND THE MUSGO.

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